Sopa de la abuela Tere para hablar de Marías

Yo en casa siempre he sido Maite. Mai es un diminutivo cariñoso que me puso mi amiga Poté. Para ser más exactos, Marimai. La cosa se salió de madre un día -hace mil- que comimos juntas y me llevó de regreso a la oficina y como venía siendo normal en ella, a la que salía por la puerta gritó al personal: "A ver, cuidarme bien a Marimai ehh!". Esta amenaza la hizo de cada vez. En aquel tiempo, eran las oficinas de Anaya Interactiva pero esta recomendación a lo "hacerme caso que si no la lío parda" la repitió en Eresmas, en Wanadoo y hasta en las oficinas en La Finca donde ya nadie sabíamos quienes éramos en espera de un rebranding que nos pintaría de naranja. Y de cada vez, todo el mundo cercano a mí, todo ese mundejillo que me quería, pasaba a llamarme Mai. Éste es el efecto Potito y seguramente tú también has sido víctima de él porque cada día más gente me llama así. No es algo que se piense, ni nadie me pregunta ¿Cómo quieres que te llame? Es, simplemente, el efecto Poté.

Nos conocimos -hace miles de años- por una amiga mutua que nos fue desleal hasta el aburrimiento. Creo que la bicha calculó mal y jamás pensó que nosotras intimaríamos. El caso es que ella delante mía ponía verde a Poté y delante de ella me ponía verde a mí. Y entre tanto verdor a mí nada me encajaba porque si algo desprendía Maripoti era una ternura brutal. Hay quien protege su corazoncito entre antipatías. Pues ella todo lo contrario. Charlatana por naturaleza, capaz de chaspar hasta con las farolas, simpática hasta reventar y experta en ganarse corazones al primer mordisco. Y así, toda esa simpatía lingüística especializada en hablar de las amapolas con un alérgico al polen, de la virgen con un ateo y terminar despidiéndose a lo "Oye Poté, cuando quieras nos tomamos un par de cañas y me terminas de contar", así las cosas, pronto alcancé a vislumbrar que en el fondo, lo que escondía era un corazón enorme que se rompía a cada golpetazo que la vida le iba dando.

En mi vida he oído y vivido muchas tristezas pero ninguna tan descarnada como la suya. No por grave, sino por triste en estado puro. Y nadie se enteró. Especialista en no filtrar malos rollos se pasó la vida siendo la alegría de la huerta. Hay personas que heredan tormentos y pecados. Hay quien sus faltas las cuelgan en las cunas de sus hijos y cuando los chicos crecen, se las sirven en bandeja de plata para almorzar. Hay cosas que uno paga aunque no tenga deudas. Te vienen de casta o algo peor. El caso, es que jamás huyó. Con un par de huevazos, afrontó lo que no le tocaba asumir y en todo momento obró con honestidad desmedida porque, dicho sea de paso, ella puso ración doble cuando el resto del libro de familia ahuecó el ala.

Nosotras sufrimos a lo largo de nuestra amistad, dos distanciamientos obra de las circunstancias más que de nosotras mismas. De éstas cosas que jamás supe definir por qué pasó. Simplemente ocurrieron y dejaron mucha pena. Siempre regresamos la una a la otra sin rencor ni cuentas pendientes... Uy, ¡no! para eso ya teníamos unas cuantas garrapatas en las pantorrillas; no, jamás hubo explicaciones salvo el saber que nos queríamos muchísimo. Y así hasta hoy, nuestro tercer distanciamiento. Esta vez geográfico, porque hasta que las compañías aéreas y ferroviarias no desbloqueen la construcción del teletransportador de la Enterpreise ciertos afectos se nos asfixian de pura distancia física. Pero mi metafísica, mi sentir, sabe que ella es una pieza fundamental en mi caja de los tesoros, de esos por los que mereció tanto la pena vivir.
Y, ahora, como suele pasar, te preguntarás: y qué tiene que ver ella con esta sopa. ¡Todo! ¡ella es la clave de mis sopas! quien sigue hierbas y especias sabe que hablar de sopa en este blog, es hablar de afectos. Ningún conjuro tan hermoso como calentar las tripillas con una cuchara y el alma con cariño. Yo le hacía - mil años atrás- sopas a Potito. Sopas que no le gustaban, salvo las mías. No era el caldo. Era el ingrediente secreto que ambas conocíamos. Mi abuelo Saturnio era muy sopero, igual que el abuelo Ferdinand, que mi padre, que Günter y que Lucas... seguro que me dejo a alguien. Aquí a todos nos tira más una sopa que un centollo. Recuerdo que cuando mi abuela Teresa murió, mi abuelo Satur no paró de llorar hasta que año y pico después murió él. Venía a casa a comer y cada vez que mi madre le hacía sopa, él dejaba caer los lagrimones dentro del plato a la que rechupeteaba la cuchara. Jamás hubo pena que le privara de una sopa y eso que la pérdida de su Teresa, de la Tere como decía él, jamás la superó pero ésta es una historia que ya os contaré porque es otro de mis tesoros.

Pero aunque esta es la sopa de la abuela Tere, no es una receta de la mía. Es de la de María, que mira por donde se apellida Alonso, como mi abuelo. Es una sopa que en cuanto la vi recordé muchas cosas. Mi madre la preparaba a veces. Tenía que hacerla y cayó en un santiamén. Recuperar este sabor ha sido pensar en el abuelo Satur, y en las historias que me contaba mi abuela Teresa; en mi madre que siempre cocinó tan rico y ¡cómo no! en Potito. La recordé llamando al telefonillo avisando, "calienta la sopa que ya subo" y me pregunté ¿pero cómo nunca la preparé esta sopa? ¡Cómo he podido Poté!


Ingredientes:
  • 2 ó 3 ajos
  • pimentón dulce
  • una copia de vino blanco
  • 4 patatas medianas o 1/2 docena pequeñas más o menos
  • 1 litro y 1/2 de caldo de pollo más o menos
  • Aceite de oliva y sal
  • 1 huevo batido
  • una rebanadas de pan frito por comensal
  • un poco de perejil o cebollino antes de servir

Preparación:
  1. En un cazo, pon las patatas cortadas en rodajas gruesas junto con el caldo y deja que vaya cociendo a fuego lento. 
  2. En una pequeña sartén, cubre con aceite de oliva y fríe las rebanadas de pan (a ser posible viejo, que no sea del día). 
  3. Al termino, retira un poco de aceite si  hiciera falta (apenas debes tener mojada la sartén) y fríe los ajos pelados y machacados (a fuego lento que enseguida cogen calor). 
  4. Añade el pimentón dulce (una cucharadita rasa más o menos dependiendo del gusto) y añade el aceite.Yo solo busco que los ajos den sabor, así que esta salsa la añado colada a la sopa. 
  5. Cuece hasta que las patatas estén tiernas y las aplastas ligeramente con un tenedor. Apaga el fuego y añade lentamente un huevo batido. Tapa y deja que repose 5 minutos. A la hora servir yo nunca dejo de ponerle un poco de verde fresco a ninguna y esta no iba a ser la primera pero esto es cosa de cada casa. Acompaña la sopa con una rebanada de pan frito.

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30 comentarios

  1. Me encanta Mai......mira q voy con prisas hoy...pero no he podido evitar sentarme a leerte ..... Planteate seriamente escribir in libro....se te da genial....un besazo guapa❤❤❤❤❤❤

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    1. Muchas gracias guapa! y dale un abrazo fuerte a tu suegra de mi parte :-) besos!

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  2. Siiii,y yo seré la primera en comprar ese libro!! Me encanta todo lo que escribes,venir a verte siempre es un placer querida Mai.
    Un besazo

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    1. Ay Carmen! mira que me lo creo :-) un besazo enorme querida amiga!

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  3. Estoy con penitas en el alma, voy a probar esa riquísima sopa levanta muertos! Me emocionó hasta los huesos tu relato. Te quiero!!!

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    1. Vicky!!!!! nooooo... urgente! un skype ya! urgenteeeee!

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  4. Qué bonito escribes Maite, me encanta todo lo que nos cuentas y cómo lo cuentas. La sopa una maravilla, yo soy también muy sopera.
    Besos

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    1. Muchas gracias Rosa:-) pues si eres sopera esta sopa te va a encantar. Con ese sabor sencillo per intenso de los guisos de antes cuando había que tirar mucho de platos sencillicos:-) fantástica,

      BEsos

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  5. Sabes que soy sopera...y aunque a mí también me pierde el centollo..primero me tomaría la sopa, después centollo y terminaría otra vez con sopa.....por esto de que el orden de los factores no altera el producto ya sabes......y quien sabe...luego uno de esos bollitos austriacos que tu haces y después otra vez sopa........ay....que ya estoy salibando.
    BESOS REINA MORA
    Marialuisa

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    1. Pichonaaa! que no coincidimos! y es que voy por la vida como una loca... que no significa que lleve una vida loca, que poco tiempo para el baile va quedando... pero seguiremos intentanto establecer contacto con la nave nodriza, useasé, skype. Besos guapa!

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  6. Eso es amistad para mí, ¡no tener nunca que dar explicaciones! y esos son amores, ¡mira que no dejar de llorar tu abuelo Saturnio! y estas son sopas, las verdaderas, las con un buen caldo y sabores de siempre, ¡cosa más buena!! Besitos entonces querida Mai

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    1. Hola Pamela! es verdad. Tengo amigos que pasaban meses sin hablarlos. Ahora incluso años pero el día que nos hacemos un skype solo hay sitio para cosas como "que ganas tenía de verte, de hablarte, de saber de ti" ni un segundo en reproches o en excusas. Y sí, ya contaré la historia porque ni él mismo jamás pudo imaginar su dependecia de mi abuela, una mujer chiquita y frágil que quedó impedida en la guerra civil con apenas 20 años y el abuelo, el gigante, el indestructible, el genio -y malgenio- que se derrumbó el día que la perdió...

      Un besazo

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  7. No hay nada que una sopa o una amiga no puedan solucionar ;-)

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  8. Las amigas especiales hay que cuidarlas y aunque en ocasiones la vida nos aleja o nos lo pone más complicado, donde hay amor, todo vuelve a su sitio. Te lo digo yo que estoy físicamente lejos, hoy, de todas las que llamo amigas con mayúsculas. Claro que en estos tiempos, afortunadamente, las distancias físicas no son lo que eran antes, y en muchos sentidos.
    Me quedo con la sopa, que la veo tremendamente reconfortante.
    Besos.

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    1. Hola Marhya! sí es verdad, antes se perdían muchos contactos que luego fueron imposibles de retomar. Aún así, el día a día va haciendo que tomemos caminos diferentes y eso hace que las echemos mucho en falta:-) un besazo

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  9. Como siempre un relato maravilloso y una sopa que quita el hipo !!! me la apunto, yo también prefiero un plato de cuchara a un buen centollo y eso que soy de la zona.. pero ya ves. Un besiño,

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    1. Muchas gracias Mercedes! jajajaja! y eso ya es decir :-) Un besazo

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  10. Mai reina, lo del libro piensatelo, yo me lo compraría, tue historietas me tienen enganchada tanto como tu sopa, que sepas que soy sopera como suele decirse por los cuatro costados y como dice mi maridin " tu siendo agua caliente que lllevarte a la boca , ya tan contenta" y si, me gustan y mucho y esta anota ya me queda, la probaré...Bess

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    1. Muchas gracias guapa mía! a ver si me lee un editor y me anima a ello :-) te va a encantar Esther, estoy segura... un besazo

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  11. Buenísimo buenísimo buenísimo. Devota entregada, #fan total, MAI! (jijijiji). BESAZOS.

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  12. Sopas sencillas pero llenas de sabor, cariño y recuerdos... Compartir una buena sopa casera sí que es crear vínculos, y creo que todos tenemos algún recuerdo de una sopa de un familiar o un amigo, que sólo con olerla nos llena de sensaciones. Mi abuela preparaba una sopa deliciosa (por no hablar de su arroz, sus torrijas, sus migas...) pero por desgracia enfermó de Alzheimer demasiado pronto y no pude heredar ninguna de sus recetas, así que me llevo la sopa de vuestras abuelas :).
    Y qué bonito homenaje a tu amiga!

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    1. Eso es. Es como las pócimas de panoramix. Tienen mágia, saben a cariño, a seguridad, saben a muchas cosas que cuando somos niños no sabemos que de adultos tendrán tanto valor. Son el cimiento emocional de lo que somos y que se despierta ante un sabor o un olor. Por eso los guisos son tan especiales. Nos trasportan al origen y al centro neuronal de nuestros afectos: nos anclan a nuestras matriarcas, a las abuelas, a las mamis... y como cualquier organo vital, si nos falta, el instinto nos hace que otra sopa u otra mami cumpla con la misión de reconfortarnos :-) por eso hay amistades que no se pueden romper..

      Un besazo de nuevo Liliana!

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  13. Ummmm que pinta!!! Me encantan las recetas de nuestras abuelas, madre... me ha recordado a la que hacemos en mi casa. Se ve deliciosa!!! Un besooo

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    1. Verdad que sí Ana? el sabor a casa, a infancia, a esos sabores tan sencillos de antes pero que tan felices nos hacían sin darnos cuenta. Cuando veo a mi enano comerse esta sopa con la nariz dentro del plato -como su abuelo y como el mío- y entre cucharada y cucharada se escapa un "uhm" de puro sin querer... Ay! qué bonito por favor! Hay platos que son puro conjuro a la infancia :-)

      Un besazo

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  14. Adiós a la dieta después de ver tu blog. Enhorabuena.

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    1. Ahhh David! mal sitio para visitar con dieta a cuestas... no, definitivamente no :-D pero encantada de que te pases por mi puerta aunque no te pares a comer. Aunque te digo lo que me repite mi doctora de cabecera : la mejor dieta: comer la mitad y aumentar el ejercicio el doble. Estas cuentas siempre funcionan :-P

      Un abrazo enorme!

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  15. Hola tesoro, cómo me gustan y emocionan estos relatos de familia, amistad y con tanto cariño, llevo un nudo en la garganta que solo se me pasaría con un buen plato de esta sopa.
    Que bonito Mai o Maite, la vida nos da cosas buenas, solo las tenemos que recordar y vivir, estoy algo ñoña jajaja escuchando el Adagio de Albinoni y leyendo tu historia.
    Me encantaría probar esa sopa contigo y calentar la tropilla entre risas.
    Un besazo preciosa

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