Sobre mí

Yo soy yo y sé quién soy -menos mal- pero lo mismo tú andas un poco pez preguntándote quien es esta pavita expatriada en tierras austriacas que habla como un loro y zampa como un oso. Pues te lo voy a contar, a ver si tenemos suerte y consigo, por fin, ser escueta...

Me llamo Maite Martín de los Santos Alonso. Sí, un nombre de mucho ruido y pocas nueces pero mira qué bien queda. Me crié en Daimiel, en tierras manchegas, aunque mi familia y mi nacimiento me terminaron anclando a Madrid, ciudad que siempre he amado y odiado a partes iguales. Demasiado urbana y cosmopolita para una paletita como yo que defendió a capa y perol al cateto de toda la vida, ese maravilloso mundo del paleto que guardaba las raíces de quienes éramos los españoles pero que en el proceso de europeización abandonamos sin mucho reparo. 
Pero yo siempre quise ser más de pueblo y de eso se encargó mi madre que huyó de Madrid y se asentó en Las Negras, en el Cabo de Gata, donde hemos veraneado toda la vida pero ella, en un momento terrible de su vida -perder un hijo es el peor trago para una madre- se marchó y se encerró en la casa de Las Negras, bien para morir o revivir, eso en aquel momento no se sabía. Se llevó sus fantasmas a cuestas y allí se reconcilió con su mundo. El pueblito la acogió como una paisana más, Maite la madrileña, y así es como este rincón del cabo se convirtió en nuestro faro en el mundo, ese lugar al que los hijos peregrinan cada puente y cada vacaciones para ir a ver la mami. Incluso cuando se fue -en su casa, oliendo su buganvilla y escuchando rugir el viento- la casa ha seguido siendo el bastión familiar. 

Allí mi hermano David -el enano que está en brazos de mi madre en la foto hecha en Las Salinas del cabo- parió el guion de La vida era eso, su opera prima que ha recaudado premios y reconocimientos por toda España y medio mundo, y que muestra ese Cabo de Gata bipolar, entre el mar de plásticos y las playas paradisiacas . Esa gente que busca -queriendo o sin querer- estar viva y revivir a la vida. Si ves la peli, vas a ver en María un poco de mi madre. Ahí lo dejo.
Así que soy también un poco del cabo por parte de madre y de hijo también. Si en mi infancia y juventud fui la hija de Maite la madrileña, ahora soy la madre del Alvarillo, Álvaro el del Buceo o el nieto de la madrileña,  que no te imaginas lo mucho que quieren a mi niño y lo bien que hablan de él. Qué orgullosa estoy de mi mayor que ha encontrado su lugar en el mundo en el epicentro de su infancia porque mi peque casi saltó de mi útero al Cerro Negro y a la Polacra pongo por testigo.

Y ¿Cómo es que una medio manchega, madrileña y cabogatera ha terminado en Austria? Pues lo clásico: por amor. Así estamos todas por estas tierras. La que más y la que menos se prendó de un austriaquito de paseo por el mundo y al final aquí estamos, ancladas en los Alpes a lo Sonrisas y lágrimas. 

Y es que a mi mayor lo tuve con 20 en los Pirineos -ains, mira que he viajado-  y al pequeño lo parí en los Alpes cuando mi mayor tenía 20... 20 años entre maternidad y maternidad, dos milagros irrepetibles, únicos y completamente diferentes. Esto me hace ver el mundo más grande, sin convencionalismos. Sin planes de vida, dejando que las cosas me lleven y traigan. Porque la vida es muy lista, mucho más que yo y ella sabe lo que se hace, aunque yo no la entienda mucho.
A los pocos meses de nacer Lucas, mis padres enfermaron de cáncer y en menos de un año los perdí a ambos. A mí me habían detectado un intruso en mi médula ósea, también estaba tocada. Me venía abajo y el buque empezó a hacer aguas. El blog fue mi salvavidas en aquellos años que aún no tenía muy claro si iba a recuperar la salud. Pero mira, aquí estoy y aún con todo, con las maldades de la vida que arrollan y se ceban con nuestra felicidad, soy y he sido muy feliz. Y por mis narices que lo voy a ser siempre, aunque me cueste la vida…Hay que pelear y encadenarse a las farolas, por uno mismo y por los que amamos. Hay que enseñar a nuestros hijos a pelear la felicidad y el amor porque cuando la luz se apaga es lo único que cuenta. He descubierto que la clave de todo está en el amor. Dicho así parece fácil, pero ni de coña. Amar a quién es ama-ble es sencillo pero amar en la adversidad, amar cuando tu día a día apesta, amar a tu compañero de vida, ese tipo maravilloso y estupendo que en las crisis se convierte en el pajarraco asqueroso que te pone la cabeza como un bombo... sí, cuando logras amar a los pajarracos de la vida, ese día, descubres que puedes y podrás con todo :-)

Y en estas sigo, coqueteando con el mundo. Me lo guiso y lo como. A cucharadas o a pequeños bocados, según vengan las cosas. Este blog no es solo de recetas, ya te habrás dado cuenta. Yo no cocino por hobby ya que soy guisandera de a diario. He guisado mi vida entera. Mi verdadero entretenimiento en el que me evado de todo, son las letras. Las necesito para vivir, para ordenar pensamientos, para cuestionar lo que nos cuentan e imponen. Para respirar, en definitiva. Aire fresco ahora que soplan malos tiempos y el mundo apesta a injusticia y desigualdad.
Este blog es un batiburrillo de mí, donde amaso mi mundo de piel para adentro y el otro de piel para fuera. Mis recetas, mis amores, mis deseos y mis esperanzas para que tú las leas y me recuerdes. Para que el efecto mariposa haga su cometido y un pastel de manzana aquí termine convertido en una historia de amor entre una perdiz y un naranjo en la Cochinchina... o algo peor ¡Vete tú a saber!
 
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